"It is only by the exercise of reason, that man can discover God. Take away that reason, and he would be incapable of understanding anything" (Thomas Paine - The Age of Reason)
La oración de petición es
una opción de último recurso. La Iglesia católica reconoce a San Judas Tadeo
como patrón de las causas imposibles. A él como intercesor recurre la gente cuando se encuentra
en un estado desesperado, quizá al sufrir una enfermedad terminal, o la ruina
económica, o una depresión grave causada por la pérdida de un familiar.
En definitiva, le estamos
pidiendo que interceda para que tenga lugar un milagro. Pero ¿cómo nos
sentiremos al comprobar que hemos conseguido lo que hemos pedido? Nuestra Fe en
Dios se convertiría en certeza de su existencia. Y aunque nos quedasen algunas
dudas sobre cuestiones de forma, lo cierto es que nos sería muy difícil hacer
caso omiso de lo ocurrido. Nos sentiríamos obligados a corresponder con la
gracia obtenida, la curación completa y sin secuelas de esa enfermedad
terminal, la recuperación de nuestra economía, la superación de la tristeza.
¿Cómo podemos los humanos
corresponder a Dios? Para el ser humano es imposible devolver favor por favor
en la misma cuantía. ¿Es admisible que correspondamos en proporción a nuestras
fuerzas? ¿O nos habremos creado una servidumbre eterna que nos obligará a
rendir nuestra libertad a cada momento asumiendo, claro, que nos hacemos
merecedores de la gracia recibida? Por el contrario ¿podríamos ser tan ingratos
como para olvidarnos del tema y seguir con nuestras vidas como si nada?
Volviendo por un momento a
la cuestión moral, a esa fuerza que impulsa al ser humano a no autodestruirse,
a respetar unas reglas de organización social, la respuesta, en mi opinión, es
clara. Baste decir que hay muchos de nosotros a quienes no nos agrada en
absoluto la “lucha por la supervivencia”, a quienes no nos mueve el
ansia de poseer riquezas a costa de atropellar a otras personas. Siendo tantos
los que deseamos vivir en paz con nuestros semejantes no es de extrañar que,
durante siglos, esa resistencia se haya ido abriendo paso frente a la
brutalidad consustancial al ser humano.
Los que así pensamos
hacemos todo lo posible porque nuestra descendencia preserve los mismos
valores, un sentido cívico, racionalidad en nuestras relaciones sociales, en
definitiva, no causar a los demás ningún mal que no deseamos sufrir nosotros.
Desde dejar una nota con nuestros datos en el parabrisas del coche que hemos
abollado, hasta la no proliferación de las armas nucleares en el caso más
extremo. Hasta ahora los pacíficos somos más, tanto en número como en capacidad
de influir en las conductas de las minorías destructivas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario