miércoles, 20 de noviembre de 2013

Pretendemos reconciliar la Fe con la Razón.



“The hidden message is that we should not think for ourselves, nor should we trust our own minds or reason.” (Bruce Smith – The Path of Reason)


Pretendemos reconciliar la Fe con la Razón pero, si Dios existe, y nos ha hecho tal como somos, habiéndonos dado la capacidad de razonar para poder entender, ¿por qué nos limita cuando intentamos llegar a Él haciendo uso de la única cualidad que nos hace especiales frente a todas las demás bestias? ¿O es que no somos en definitiva sino un animal evolucionado, sin más valor para la naturaleza que un insecto cualquiera, una mosca, resultado de la evolución durante miles de millones de años?
Se argumentará que su existencia nos ha sido manifestada por medio de la Revelación, en las Sagradas Escrituras, y que nos envió a su Hijo Jesucristo que murió en la Cruz para la Salvación de todos nosotros. Pero tal Revelación a simple vista es en realidad un trabajo de un pobre valor.
¿Cómo es posible convencerse de que Dios nos ha revelado su existencia para que nos llegue hasta a los más humildes de entendimiento, por medio de unos textos que han de ser interpretados y que después de dos mil años de constante trabajo sobre ellos aún manifiestan profundas contradicciones sin mencionar el oscuro lenguaje que usan para describir hechos absolutamente irrelevantes a los efectos de la Salvación del ser humano?
Por mencionar dos nada más, en ellos se asume como normal la esclavitud de los siervos y la inferioridad de la mujer con respecto al hombre, lo cual no nos sorprende al conocer que ambos fenómenos eran característicos de la cultura de la época.
Pero hemos de ser humildes. La soberbia, el orgullo, no nos permite pensar con claridad. El ser humano es algo insignificante y, por el contrario, qué inconmensurables son casi siempre los problemas del día a día. ¿Y a quién le importan más que a nosotros mismos? ¿Qué importancia puede tener para cualquier dios que perdamos dos mil euros en la bolsa, o que tengamos un pinchazo en un lugar a decenas de kilómetros de cualquier núcleo de población, o que suframos una enfermedad grave? ¿Qué le importa todo eso a Dios?
Por la misma razón, ¿qué importancia puede tener para Dios que anhelemos riquezas, prosperidad en definitiva? ¿O qué sintamos atracción sexual por alguien? ¿No es un sentimiento natural? ¿Por qué hemos de sentirnos culpables ante Dios a consecuencia de experimentar sentimientos o deseos que Dios ha programado en nuestra naturaleza? ¿En qué le hemos ofendido? Se nos dirá que mediante la razón y la fuerza de voluntad el ser humano puede controlar esos sentimientos y así diferenciarse de las bestias.

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