“The hidden message is that we should not think for ourselves, nor should we trust our own minds or reason.” (Bruce Smith – The Path of Reason)
Pretendemos reconciliar la Fe con la Razón pero, si Dios existe, y nos ha hecho tal como somos, habiéndonos dado la capacidad de razonar para poder entender, ¿por qué nos limita cuando intentamos llegar a Él haciendo uso de la única cualidad que nos hace especiales frente a todas las demás bestias? ¿O es que no somos en definitiva sino un animal evolucionado, sin más valor para la naturaleza que un insecto cualquiera, una mosca, resultado de la evolución durante miles de millones de años?
Se argumentará que su
existencia nos ha sido manifestada por medio de la Revelación, en las Sagradas
Escrituras, y que nos envió a su Hijo Jesucristo que murió en la Cruz para la
Salvación de todos nosotros. Pero tal Revelación a simple vista es en realidad
un trabajo de un pobre valor.
¿Cómo es posible convencerse
de que Dios nos ha revelado su existencia para que nos llegue hasta a los más
humildes de entendimiento, por medio de unos textos que han de ser
interpretados y que después de dos mil años de constante trabajo sobre ellos
aún manifiestan profundas contradicciones sin mencionar el oscuro lenguaje que
usan para describir hechos absolutamente irrelevantes a los efectos de la
Salvación del ser humano?
Por mencionar dos nada más,
en ellos se asume como normal la esclavitud de los siervos y la inferioridad de
la mujer con respecto al hombre, lo cual no nos sorprende al conocer que ambos
fenómenos eran característicos de la cultura de la época.
Pero hemos de ser humildes.
La soberbia, el orgullo, no nos permite pensar con claridad. El ser humano es
algo insignificante y, por el contrario, qué inconmensurables son casi siempre
los problemas del día a día. ¿Y a quién le importan más que a nosotros mismos?
¿Qué importancia puede tener para cualquier dios que perdamos dos mil euros en
la bolsa, o que tengamos un pinchazo en un lugar a decenas de kilómetros de
cualquier núcleo de población, o que suframos una enfermedad grave? ¿Qué le
importa todo eso a Dios?
Por la misma razón, ¿qué
importancia puede tener para Dios que anhelemos riquezas, prosperidad en
definitiva? ¿O qué sintamos atracción sexual por alguien? ¿No es un sentimiento
natural? ¿Por qué hemos de sentirnos culpables ante Dios a consecuencia de
experimentar sentimientos o deseos que Dios ha programado en nuestra
naturaleza? ¿En qué le hemos ofendido? Se nos dirá que mediante la razón y la
fuerza de voluntad el ser humano puede controlar esos sentimientos y así
diferenciarse de las bestias.
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