“As a general rule, individuals exhibit their desire to be in groups by surrounding themselves with those who hold similar interests in order to reinforce the perceived appropriateness of their beliefs and opinions.” (Jason Long - Biblical Nonsense: A Review of the Bible for Doubting Christians)
¿Es razonable recurrir a la oración de petición para resolver nuestros problemas materiales? Como siempre, hemos de buscar en la Teología para interpretar lo que el Señor nos intenta transmitir de forma más o menos incoherente, lo cual de por sí ya siembra la duda sobre lo que debemos creer y lo que no.
A casi todos los cristianos
nos vienen a la mente esas palabras supuestamente enunciadas por Jesús: “pedid
y se os dará, buscad y hallaréis” (“Todo el que
pide recibe y el que busca encuentra”
Lc. 11,9-10) y en muchas otras ocasiones también de distinta manera. El
mensaje literal no deja lugar a dudas. Sin embargo, a través de los siglos,
ríos de tinta han corrido para intentar descifrar el mensaje oculto en esas
palabras. Pedid, sí, pero ¿hay alguna condición previa?, ¿debe el peticionario
estar limpio de toda mácula?, ¿es la Fe un requisito indispensable?, ¿cuánta Fe
es necesaria?
Privar a una persona de su
dios es un crimen. Muchas veces, en el arduo y solitario camino que el creyente
ha de recorrer en su búsqueda de Dios, hay momentos en los que parece que
tomamos conciencia profunda de que no existe otra realidad que lo material, y
que lo espiritual es puro fruto de nuestra imaginación. En esos momentos se
siente vértigo y uno no puede evitar preguntarse si es mejor olvidarse de esa
búsqueda, abandonar el sendero abrupto e inacabado que otros han seguido, y
retornar al camino ancho y bien pavimentado por el que transita la mayoría de
los creyentes.
Por esta razón, el que pone
a prueba la voluntad de Dios recurriendo a la oración de petición, ya sea
directamente o por mediación de la Virgen María o de algún Santo, se arriesga a
perder su Fe tambaleante. ¿Qué ocurrirá si, al final, no se materializan
nuestras esperanzas?
Nos encontramos, por tanto,
con un problema que, en mi opinión, es irresoluble. Cuando rogamos para obtener
bienes materiales, tanto si se nos conceden como si no, el resultado es
problemático. Si la gracia concedida se manifiesta en forma de lo que podemos
denominar un “milagro”, como es el caso de la curación de una enfermedad
terminal, ya no nos es posible ignorar a Dios o, si se quiere, ignorar “la
realidad espiritual”, puesto que hemos sido testigos directos de su
existencia. Por lo tanto, podríamos decir que hemos anulado definitivamente
nuestra libertad para creer. Nuestra conciencia le pertenece definitivamente a
Dios, salvo llegado el momento en que desaparece la capacidad de razonar, como
ocurre en los estadios avanzados de la enfermedad de Alzheimer.
Por otro lado, en aquellos
casos, la mayoría, en los que no nos es posible apreciar ninguna respuesta a
nuestra oración de petición, nos arriesgamos a perder definitivamente la fe. Ante
esto nos queda el consuelo de recurrir a la doctrina de la Iglesia en el
sentido de que Dios responde siempre a nuestras oraciones, ya sea de forma
positiva o negativa, pero nosotros, seres imperfectos, somos incapaces de
apreciarlo. En su lugar, lo que muchos sentimos es, tristemente, un vacío
absoluto. Una pura ausencia de Ser.
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