jueves, 29 de diciembre de 2016

PEANUTS




Dios, en su inmensa sabiduría y bondad, como hacedor de todo lo que que existe sobre la Tierra y bajo el Cielo, creó los frutos secos (cacahuetes, nueces, pistachos, almendras, pasas,...) y los cereales, alimentos que concentran una riqueza enorme en vitaminas, antioxidantes, aceites omega3, y otros nutrientes fundamentales para el hombre (y para la mujer).

Al mismo tiempo que daba su bendición a los seres humanos con los cacahuetes y con las almendras, hizo alarde de su inmensa bondad concibiendo dos especies de hongos, el Aspergillus flavus y el Aspergillus parasiticus que, entre muchas otras, en su anodina existencia, son las principales especies productoras de unos metabolitos tóxicos llamados aflatoxinas.

Mientras los frutos secos y los cereales han sido un alimento principal de la humanidad desde sus comienzos, las aflatoxinas no fueron descubiertas hasta finales de los años 50, durante una investigación sobre la elevada mortandad en aves de corral por la ingestión de pienso que contenía cacahuete procedente de Sudamérica.

Las aflatoxinas son micotóxicas y carcinogénicas y pueden persistir en el alimento aunque el hongo haya desaparecido.

Se han detectado aflatoxinas en prácticamente todas la zonas del mundo y en casi todos los alimentos de primera necesidad, en mayor o menor medida.

Además, estas toxinas presentan una elevada estabilidad térmica, lo cual favorece que permanezcan en algunos alimentos cocinados y que la congelación no tenga apenas efectos sobre su presencia en los alimentos.

El hígado es de manera constante el principal órgano afectado por la acción tóxica de la aflatoxina. No obstante, dependiendo de la especie animal y la raza, la dosis, la vía de exposición y la dieta de los sujetos expuestos, también se han documentado tumores relacionados con la acción de las aflatoxinas en otros órganos y lugares del cuerpo tales como los riñones o el colon.

Estas son las características de esta toxina según el Centro Nacional de Alimentación del Ministerio de Sanidad español:

• Alta toxicidad / carcinogenicidad
• Toxicidad crónica y más raramente aguda
• Estabilidad térmica
• Electrostáticas
• Ubicuidad
• Naturaleza sumamente heterogénea de contaminación en el campo o en las materias primas.

En 2015 el Ministerio de Sanidad incluía a las aflatoxinas como uno de los mayores riesgos alimentarios en España junto con el mercurio y la Salmonella.

Un buen cristiano podría argumentar que la salmonelosis es una enfermedad aguda y tratable, y no es mortal, mientras que el mercurio en los peces, ya se sabe, el ser humano, malo, que destruye el planeta con sus residuos fruto de una vorágine consumista.

Me pregunto como justificaría un cristiano tanta maldad encerrada en un esquema insidioso como el de las aflatoxinas, un veneno vivo que coloniza de manera invisible los alimentos habituales que necesitan tus hijos para crecer y desarrollarse, tales como la leche, el yogur, los cereales, la carne, las legumbres y los frutos secos, un veneno invisible que pasa de la madre al lactante.

Sólo la mente de una víbora podría concebir tanta maldad. La víbora del Antiguo y del Nuevo Testamento.





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