lunes, 13 de enero de 2014

Mal-decir

 
“When you take things personally, then you feel offended, and your reaction is to defend your beliefs and create conflicts. You make something big out of something so little, because you have the need to be right and make everybody else wrong. You also try hard to be right by giving them your own opinions. Whatever you feel and do is just a projection of your own personal dream, a reflection of your own agreements” (Don Miguel Ruiz - The Four Agreements)




Cuando maldecimos a Dios a consecuencia de las dolencias crónicas que todos padecemos, en mayor o menor media, en algún momento de nuestras vidas, desde las menos importantes como una tendinitis en un pie, hasta las peores que uno pueda imaginar, se plantea la cuestión de la “finalidad” de estas dolencias. 
En ese momento salen los apologistas católicos como C.S. Lewis ofreciendo como argumento que “Dios susurra y habla a la conciencia a través del placer pero le grita mediante el dolor: el dolor es su megáfono para despertar a un mundo adormecido.”
Es decir, elevando la estupidez implícita en esta reflexión a su enésima potencia, resultaría ser que una tendinitis que sufrimos cruelmente y sin piedad en uno de los pies, y que, aun siendo un asunto leve, nos martiriza diariamente al caminar; que no tiene solución fácil, y que puede quedarse ahí para toda la vida, es decir, martirizarnos a diario durante el resto de nuestros días, es, en definitiva, el medio que utiliza Dios para que nos acerquemos a Él.
Porque, si no, ¿cuál es el propósito de ese dolor leve pero incómodo y a veces inhabilitante? Pues bien, no es sino Dios con su megáfono, o más bien su aguda trompetilla, “intentando” despertarnos a la fe. 
Digamos, a modo de ejemplo, que alguien padece desde hace unos diez años una condición poco y mal diagnosticada llamada “tendinitis del ileopsoas”. El ileopsoas es un grupo de músculos que se encuentra en la cadera a la altura de la ingle. En principio, podríamos pensar que se trata de una lesión causada por algún movimiento brusco, repetitivo, y que no fue tratada al originarse, habiéndose convertido de esta forma en una dolencia crónica. Una lesión, por otro lado, que afecta a un complejísimo sistema orgánico y celular compuesto por cientos de músculos y de huesos, miles de venas, trillones de células, que es nuestro cuerpo. Un sistema vivo tan extremadamente delicado que es susceptible de dejar de funcionar correctamente, o de extinguirse, en tan sólo unos segundos.
Antes bien, ¿no se tratará pues de Dios soplando impunemente su trompeta en nuestro oído para despertar nuestra conciencia religiosa?  
No amigos, pensando así caeremos de nuevo en la falacia de que la forma en que Dios nos ayuda a salvarnos es mediante el chantaje físico, cuando en realidad nuestro martirio podrá continuar sine die, asistamos o no a la Eucaristía, a no ser que pongamos los medios (de este mundo) para intentar resolver el problema, aunque por supuesto sin ninguna garantía de éxito.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario