“When you take things personally, then you feel offended, and your reaction is to defend your beliefs and create conflicts. You make something big out of something so little, because you have the need to be right and make everybody else wrong. You also try hard to be right by giving them your own opinions. Whatever you feel and do is just a projection of your own personal dream, a reflection of your own agreements” (Don Miguel Ruiz - The Four Agreements)
Cuando maldecimos a Dios a
consecuencia de las dolencias crónicas que todos padecemos, en mayor o menor
media, en algún momento de nuestras vidas, desde las menos importantes como una
tendinitis en un pie, hasta las peores que uno pueda imaginar, se plantea la
cuestión de la “finalidad” de estas dolencias.
En ese momento salen los
apologistas católicos como C.S. Lewis ofreciendo como argumento que “Dios susurra y habla a la conciencia a
través del placer pero le grita mediante el dolor: el dolor es su megáfono para
despertar a un mundo adormecido.”
Es decir, elevando la
estupidez implícita en esta reflexión a su enésima potencia, resultaría ser que
una tendinitis que sufrimos cruelmente y sin piedad en uno de los pies, y que, aun
siendo un asunto leve, nos martiriza diariamente al caminar; que no tiene
solución fácil, y que puede quedarse ahí para toda la vida, es decir,
martirizarnos a diario durante el resto de nuestros días, es, en definitiva, el
medio que utiliza Dios para que nos acerquemos a Él.
Porque, si no, ¿cuál es el
propósito de ese dolor leve pero incómodo y a veces inhabilitante? Pues bien, no es sino Dios con
su megáfono, o más bien su aguda trompetilla, “intentando” despertarnos a la fe.
Digamos, a modo de ejemplo,
que alguien padece desde hace unos diez años una condición poco y mal
diagnosticada llamada “tendinitis del ileopsoas”. El ileopsoas es un grupo de
músculos que se encuentra en la cadera a la altura de la ingle. En principio,
podríamos pensar que se trata de una lesión causada por algún movimiento
brusco, repetitivo, y que no fue tratada al originarse, habiéndose convertido
de esta forma en una dolencia crónica. Una lesión, por otro lado, que afecta a
un complejísimo sistema orgánico y celular compuesto por cientos de músculos y
de huesos, miles de venas, trillones de células, que es nuestro cuerpo. Un
sistema vivo tan extremadamente delicado que es susceptible de dejar de
funcionar correctamente, o de extinguirse, en tan sólo unos segundos.
Antes bien, ¿no se tratará pues
de Dios soplando impunemente su trompeta en nuestro oído para despertar nuestra
conciencia religiosa?
No amigos, pensando así caeremos
de nuevo en la falacia de que la forma en que Dios nos ayuda a salvarnos es
mediante el chantaje físico, cuando en realidad nuestro martirio podrá continuar
sine die, asistamos o no a la
Eucaristía, a no ser que pongamos los medios (de este mundo) para intentar
resolver el problema, aunque por supuesto sin ninguna garantía de éxito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario