miércoles, 1 de junio de 2016

Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios



I. Amarás a Dios sobre todas las cosas.

¿Ha existido alguien capaz de amar verdaderamente a otro/a por imposición? Este primer mandamiento encierra una contradicción en sí mismo. ¿Qué padre le diría a su hijo o hija "te obligo a que me ames"?   

II. No tomarás el Nombre de Dios en vano.

Toda una muestra de confianza en uno mismo. ¿Qué padre (humano) impondría a su hijo o hija la obligación de honrar a su persona en toda ocasión? Sólo me cabe pensar en alguien que, en algunas circunstancias, no se haga merecedor de esa honra.

III. Santificarás las fiestas.

El objetivo de este mandamiento es que los fieles no pierdan el contacto con la Iglesia. Dejar de asistir a una misa o de cumplir con un precepto nos va distanciando de toda esa parafernalia. Desde los rezos y cantos entonados en las celebraciones en un estado de adormecimiento hipnótico hasta la imaginería religiosa, estatuas, candelabros, catedrales, ropajes, etc. que contribuyen a reafirmar en el creyente el sentimiento de grandeza de esos cultos.   

IV. Honrarás a tu padre y a tu madre.

¿Honrarías a tu asesino? ¿A la madre que aborta? ¿Al que te provocaba quemaduras con un cigarrillo cuando eras un bebé? ¿Al padre que llega a casa ebrio y acaba por abandonar a su familia?

V. No matarás.

Aunque el tema de la pena de muerte es controvertido, es probable que matar nunca esté justificado. En los casos de guerra y de autodefensa la cosa se complica aún más. De todas formas no parece razonable dejar por escrito en unas tablas de piedra un precepto que requiere de tan amplio desarrollo. No matarás, sin más, es un mandamiento inaplicable.

VI. No cometerás actos impuros.

Este, junto con el noveno, constituyen la principal obsesión de la Iglesia. El instinto sexual. Es trágico que el ser humano no haya sido capaz de derogar esta imposición y que en consecuencia el sexo siga siendo el mayor tabú que pervive entre tanta irracionalidad religiosa. Mientras respetemos a los demás todos tenemos el derecho de ser consecuentes con nuestra naturaleza. El instinto sexual es lo que garantiza la continuación de la especie. En ausencia de deseo y de placer sexual el ser humano se habría extinguido al poco de surgir.

VII. No robarás.

Otro precepto simple que requiere de muchísimo desarrollo. ¿Está justificado robar alimentos para evitar la muerte de niños inocentes?

VIII. No dirás falso testimonio ni mentirás.

De nuevo ¿está justificado mentir con el fin de proteger un bien superior? ¿Es pecado ocultar a una víctima frente a su asesino? ¿Proteger a una niña judía frente a un oficial de las SS?

IX. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

Ditto supra.

X. No codiciarás los bienes ajenos.



¿Por qué le preocupa a Dios que deseemos tener una casa tan grande como la de nuestro vecino?



Es necesario recalcar que estos diez mandamientos han sido cocinados una y otra vez durante siglos hasta llegar a su versión actual, que es probablemente la menos difícil de justificar, si bien, podemos comprobar que, en el mejor de los casos, estos mandamientos son pobres por simples y, en el peor, totalmente inútiles.

¿No podría, un Dios omnisciente, haber planteado unas normas con más inteligencia?

  












No hay comentarios:

Publicar un comentario