lunes, 16 de junio de 2014

God be blessed!






“All at once, things began to make sense. These were people with real problems; and they were somewhat desperately searching for a way to solve those problems. They were seekers who, if our discussion leaders were to be believed, had found a potential solution in Trascendental Meditation. Driven by their needs, they very much wanted to believe that TM was their answer.” (Robert Cialdini – Influence, the psychology of persuasion)

“Gracias a Dios que estamos bien”. Qué pensamiento tan sobrecogedor. Esta frase, o alguna variante, es normal oírla entre los creyentes en las ocasiones en que un desconocido, o algún familiar muy lejano, han de enfrentarse a una desgracia. Cuando nos relatan lo sucedido en un accidente, o la enfermedad terrible, inesperada, que sufre alguien a quien no conocemos más que indirectamente.

Damos gracias a Dios porque tan terrible desgracia no nos ha encontrado a nosotros en el camino, sino que ha caído, como un obús de veinte mil kilos, en otra familia, una desgracia por la cual no podemos evitar compadecerles, en cierto modo, pensado, ingenuos, que nos vamos librando de la adversidad, del infortunio, de la desdicha, de la tristeza,  gracias a que somos creyentes, a que vamos a misa, porque rezamos plegarias, porque hacemos buenas obras, porque cumplimos con nuestro deber como padres, madres, hermanos, personas, etc. Algo habrán hecho aquellos para que les pase algo así…quizá nunca se arrepintieron del todo de algún pecado, quizá su fe sólo era una fachada, no eran consecuentes con sus creencias, con los mandamientos de Dios…
En ultimo caso, cuando ya no queda argumento posible, podemos oir a algún miembro del clero, habitualmente de alto rango, con su voz invariablemente afectada, afeminada, impartiendo su magisterio desde la ignorancia más atroz y peligrosa (que es la que se camufla de sabiduría universal divina), les oímos decir que "¡el Señor nuestro Padre siempre nos sorprende!", "¿qué maravillosa sorpresa nos estará preparando Dios?" ...y añadiría, por ejemplo, cuando el niño o niña, desde la tierna edad de cinco, siete o diez años, descubre y nos confía, a sus auténticos padres, que no se siente cómodo con su sexo, que él en realidad es una niña....
Bendito sea Dios! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario